Bowie People

martes, 1 de noviembre de 2011

Los fantasmas tienen la misma densidad que la niebla.

Corría y corría; no sabía a donde iba pero tenía un destino fijo. La niebla aplastaba el asfalto frío del rocío de la madrugada. Lo único que se escuchaba eran mis suspiros atosagados llenos de vapor; tenía el cuerpo lleno de sangre y mi cara llena de ceniza.
A lo lejos vi a un hombre e hizo que mi miedo a la muerte fuese mayor, es en el último momento de la vida, cuando sabes que la muerte está ahí cuando olvidas lo aprendido, cuando tu instinto animal reluce por encima de tu sexualidad, raza, orientación o persona; es ahí cuando te da igual lo que piense la gente de ti ya que tu única mete es la libertad.
LLegué a una calle sin salida y las sombras de la noche se acercaban a mi, descubrí que los fantasmas tenían la misma densidad que la niebla. Descubrí que para salvarse hay que luchar. Corrí hacia otra dirección olvidando por completo mi nombre; jamás quise morir sin ser alguien conocido, jamás. Pero... ¿Hacerlo bien y no ser nada o hacer lo ''malo'' y llegar a las estrellas?
Mis ropajes estaban totalmente rotos, la camiseta blanca que me puse horas atrás fue destruida por personas sin cerebro; los vaqueros que tanto amé en el pasado estaban pisoteados y mugrientos de tierra jamás pisada antes, es entonces cuando caí por completo al suelo. Aparecieron personas sin cerebro y de suspiraban mi nombre, ¿Qué querían? Ni yo lo sé aun.
Recé pero ningún signo de santidad apareció para elevarme por los cielos y salvarme, nada.
Es cuando entonces aprendí que la única persona que puede salvarme de mis miedos soy yo, yo mismo y yo.

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