Bowie People

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Corriendo por la niebla, corriendo hacia la libertad.

Ando por un asfalto mojado y húmedo mientras mis vans se desgastan. Cada extremo de la calle es imposible de ver, están cubiertos por una frondosa capa de niebla blanca.
No hay nadie, ni hormigas ni pajaros, nada. Estoy en la más absoluta nada. Lo más curioso es que no tengo ni idea de como he llegado aquí.
El cielo tiene un color especial, es... es... ¿Morado? ¿Gris? ¿O una mezcla de ambos?
Me gustaba, corro pero no tenía un lugar fijo.
Mientras tanto, todo está correcto.

Con cada profundo suspiro, un humo leve y veloz sale de mi congelada y seca boca por el frío.
Frío, un frío eterno, parece que hoy no amanecerá... o anochecerá. No sé la hora. Nada.
Mi poca ropa hace que ese frío que antes nombraba entrase por los poros finos del algodón de mi fina camisa.
Vengo de algún lugar si nombre.
Veo su silueta entre la niebla pero cuando me acerco... desaparece. Sin más.

Y es entonces cuando unas diminutas gotas de agua caen de un techo que me protege del universo, lluvia.
Lluvia, es lluvia.
Mi corto pelo empieza a mojarse, empaparse. Ya está empapado.
Parece que la carretera llega a su fin, unos diez metros atrás parecía una fina grieta, pero... la carretera está cortada por un gran agüjero, un agüjero enorme, kilométrico.

De golpe, todo empieza a caer, ¿Cómo es posible?
las gotas de lluvia chocan con mi torso y lo atraviesan, de una forma bruta.
No estoy, todo ha acabado en una habitación blanca y mis gritos de desesperación aferrándose a mi garganta.

Buenas noches.
Bowie XX

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